LA MUCHACHA DE PRESIDENCIA

La señora Díaz entra en modo reactivo:

Ahora es el aliento de Pedro el que puede sentir sobre un cogote descuidado de tanto estar en todo, tal vez por pura pulsión de género, afán resolutivo no se aprecia. Ya lo sentenció Chamizo en su momento: “esta muchacha de presidencia lo lía todo”. Bien viene recordar que en su día el Defensor del Pueblo Andaluz, llegó a censurar en sesión plenaria la indecente, torpe e ignorante actitud de la casta parlamentaria andaluza, al anteponer sus egos e intereses a la realidad del territorio y sus gentes. No quiso la recién estrenada muchacha de presidencia que esto quedara en anécdota, y la cabeza de Chamizo rodó por la escalinata de San Telmo tras aquél comentario jocoso con el que apuntaba el bajo perfil político de la Consejera de Presidencia. Poco después el ciclón ERE la catapulta al BOJA y desde entonces todo en ella es griterío, prietas las filas, golpes sobre la mesa y cabeza tras cabeza.

Feria de primavera 2012 -Ella en modo feliz-. Creyó besar el santo y tropezó con el 15M, Chamizo, Pedro Sánchez y la democracia real.

Feria de primavera 2013 -Ella en modo muchacha presidenta pletórica-. La agenda se acelera, su proyección y perfil parecen obsoletos; Pedro Sánchez se anticipa; Podemos abandera el 15 M y la sombra de cada uno de ellos desdibuja la ruta electoral de la muchacha.

Feria de primavera 2014 -Ella en modo sonrisa incómoda-. Las encuestas asustan; la ola podemita se crece y caen municipios; Pedro desarrolla perfil presidencial. Todo parece ir a peor.

Feria de primavera 2015 -Ella en modo precandidata adecuada-. Nada es ya lo que era ni lo que parece, y nadie estará ya seguro donde está. A la muchacha de presidencia le vienen grandes los tiempos, la agenda, el contexto y los rivales; Pedro le estorba, no proyecta la ficción necesaria sobre una realidad incómoda y decide meterle el palo en la rueda. Los medios dibujan un panorama creciente en desencuentros para la ejecutiva federal del PSOE. Las Generales de Diciembre barruntan fin de ciclo. El escenario provoca el pánico en Ferráz.

Feria de primavera 2016 -Ella en modo furia sonriente-. Todo es mentira y todos lo saben. La muchacha de presidencia exige su designación por aclamación. Pedro convoca primarias y congreso; ella golpea de nuevo la mesa, esta vez par pedir otra cabeza. Deshace el juego, provoca la quiebra técnica en la organización y rueda la cabeza de Pedro Sánchez por las portadas de medio mundo. La vieja guardia en coro y con PRISA señalan al neófito caído como responsable de los daños.

Feria de primavera 2017 -Ella en modo jodidas primarias-. La mucha de presidencia resulta tocada. Ni aclamación ni victoria, su pequeña ventaja bebe de fuente en descrédito; el norte ya sabe de qué va el sur de la muchacha de presidencia.

ENTRARÉ EN GRANADA

ENTRARÉ EN GRANADA, cantaba Rafael

Un maestro, dos toreros y un poeta. De los pueblos de España el maestro, de la Huerta de San Vicente el poeta y los toreros de los enjaretados y floridos barrios de Granada. En un momento impreciso, poco antes del soplo fresco y húmedo que anticipa la llegada de los amaneceres en la sierra Granadina, en el nacimiento de un día fechado como el 19 de agosto de 1936, un coche, en el que viajaban acomodados unos y encaramados otros, una partida de voluntarios de la Escuadra Negra -siniestra cofradía del sin perdón-, recogía a cuatro detenidos en Las Colonias, una finca situada en la localidad de Víznar (Granada), donde pasaron la que sería su última noche bajo los cielos de la Alhambra, la más ilustre representación de la España herida de siempre… ¡Entraré en Granada! -clamaría Rafael- Qué lejos por mares, campos y montañas.

Entre los dedos del maestro, restos de blanca cal delatan la vocación de un hombre por llenar de luz y razón un encerado mate, agrietado y oscuro sobre el que sembraban su mirar en busca de un futuro saciable un grupo de infantes, descamisados algunos, casi descalzos muchos, armonizados todos por el mirar inquieto del hambre pendiente y ya pronto también por la orfandad, la oscuridad y el silencio… ¡Nunca fui a Granada! -Les cantaría Rafael- Dadle un ramo verde de luz a mi mano

El vehículo, que enfiló la carretera hacia Alfacar, no se detuvo en el barranco. Siguió un kilómetro y medio más, hasta llegar al paraje de la Fuente Grande, junto a un campo de olivos. Pero el tramo se hacía eterno. Firmemente agarrados a la estructura del transporte, superando el baile tortuoso de un suelo desigual y bacheado, casi arrastrados por las prisas de un conductor nervioso y cargado, podían ver al volver la vista cómo la oscuridad se hacía tras ellos, mientras los focos desencajados y amarillentos del siniestro transporte devoraban sinuosos y arriesgados el torpe camino hacia la nada… ¡Entraré en Granada! -Se oye hoy por las lomas de la sierra Alpujarreña en las noches como aquella- Quiero hallar los viejos, borrados caminos. Nunca vi Granada.

En el sentir de los toreros, la conciencia de una lidia desigual y cobarde perfila en sus miradas la misma tensión incierta y sanguinolienta tantas veces vivida ante las fieras en la plaza. Pero ahora el pálpito interior se presenta inesperadamente pausado, demasiado relajado cuando necesita estar despierto ante la posibilidad de un quiebro, un quite o un engaño al descuido con el que esquivar la siniestra sombra de la bestia. Pero esta vez el infortunio ha invertido los papeles; siendo libres fueron hechos presos, tras el encierro al camión, del camión al paseíllo y ya pronto del paseíllo al cunetero paredón. – Cunetero, bonito nombre para un toro pero despreciable para el fin de un hombre- ¡Entraré en Granada! insistía Rafael. ¿Qué gente enemiga puebla sus adarves? ¿Quién los ecos libres de sus aires?

Inesperadamente la nerviosa comitiva ralentiza su marcha ante la cercanía de un pequeño bosque de olivos. El lugar y el momento es inmejorable, no tardará en amanecer y la luna no alcanza ya a proyectar luz alguna, escondida ahora tras los cerros y lomas de la sierra. Ni siquiera los cielos estrellados de agosto acompañan hoy a peregrinos tan ilustres, y la luz que ahora el cielo les niega, les llegará pronto en forma de cañonazo y fuego. Ahora, otros hijos de Granada, alumbrados por los faros de la muerte, les zarandean a boca de cañón y culatazo limpio para desembarcarles y enfilarles hacia la cuneta del dolor, de la mentira, del odio, de la muerte, de la nada. ¡Entraré en Granada! -soñaba Rafael- ¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone cadenas al habla de sus surtidores?

Federico, el poeta, no descansa, entre sus engarrotados dedos una coplilla intenta sonar ahora, nacer, mientras lanza su mirada sobre el cielo estrellado de Granada en busca del sueño sobre el que construyó su vida: la huerta de San Vicente, sus padres y hermanas, los sonidos de su infancia, los colores de su juventud, la alegría de sus comienzos, el olor de sus amores; su consagración artística, la vida de su pueblo, de su gente, la vida en mayúsculas como permanente fuente de inspiración para su música, su poesía, su letra……pero un sudor recurrente y frío le despierta; ya durante su encierro, el trasiego de la noche tras un día también ruidoso no podía presagiar otra cosa que la mudez contundente a la que será condenado -como si apagar la luz del sol fuera posible, enmudecer a los pájaros o inmutar el aire de un golpe ciego. A lo largo de todo el paseíllo Federico no consigue fijar su mirada, no repara en sus compañeros, ni sus compañeros en él; absorto el maestro en una pizarra luminosa e invisible para los demás, echa ahora de menos la sequedad de la cal entre sus dedos, y le duele el intenso frío al que serán condenados los sueños de esos otros hijos de España. Los toreros, con su mirar perdido sobre un horizonte familiar, silencioso y oscuro no atinan a ver más allá de la cuneta. Y Federico ahogado, enmudecido ahora por un dolor de proporciones enormes ya no sabe cómo anda, qué mira, qué piensa, Federico solo sabe que se va, que se pierde, que le matan….¡Entraré en Granada! le llorarían sus hermanos para siempre, y Rafael cantando, Rafael cantando…¡Venid los que nunca fuisteis a Granada! Hay sangre caída, sangre que me llama. Nunca entré en Granada.

Llegados a este punto y hora otros hijos de Granada, ocultos tras el destello de los faros sostienen impacientes la carga de fuego con la que barrer a esa otra España empeñada en ser mejor. No se les ve, pero se aprecia el sentir cobarde de la revancha aventajada de quienes pueden encañonarte impunemente, darte muerte a la voz de fuego, y dejar todavía en el aire junto al trueno de la ráfaga un aullido en favor de la barbarie, con la ignorante pretensión de alejar de su pensamiento y del futuro, la idea y la posibilidad de que sus hijos puedan elevarse sobre el crimen. ¡Entraré en Granada! -Soñaría Rafael- Hay sangre caída del mejor hermano, sangre por los mirtos y aguas de los patios. Allí mismo se abrió una fosa, se les enterró en una zanja estrecha, unos encima de otros, al pie de un olivo que todavía existe, al lado del plinto que señala el lugar de una terrible e insuperable herida en la tierra de Granada, de España. De su sangre caída, de su olor, todavía hoy resuenan sobre nuestros corazones el menguado latir de su lenta y agonizante marcha, de su apagado mirar sobre nuestro mirar, de su enorme y silencioso grito alzándose sobre el ruido, la oscuridad, el vacío y el olvido al que quisieron condenarle y condenarnos. Pero ahora al fin podemos cantar con Rafael: ¡Venid por mares, campos y montañas! si altas son las torres el valor es alto. Entraré en Granada.

 

A UN CRISTO CUALQUIERA

Siempre llevo un amor conmigo, y aunque a veces le reconozco ha conducido anónimo y silencioso este perdido rastro de existencia que es mi vida, sin que yo pudiera negarme al favor o el calvario en cada paso que he dado a su lado, ni dejar de reconocer, a cada revancha infringida, su don y su poder. Este amor silente escudriña mis pupilas para fijar su parecer allá donde el mirar busca respuestas, cuando se detiene frente aquello que me habla o pretende, y sin que pueda quedar ajeno sobre aquello que mi retina acaricia; abriendo el diálogo del amor a cada encuentro o reflejo; siempre en el despertar de la emoción frente a la naturaleza de las cosas.

Ahora, despejada ya la frente y descubierto el pensamiento, y a pesar de nuestra compañía solos, no deja de hablarme con la voz de la noche en las calles desiertas; los silencios que ignoran cuánta vida les habita, sin memoria para quienes le transitaron o amaron, calles o vidas mudas de soledad, negadas en la convicción de que jamás sentirán; soberbias en su desprecio por el tiempo; una voz crecida en lo eterno, en la ausencia de tiempo en todo vacío. Tal vez por esto, empeñada en mi consuelo, me habla incansable, en la esperanza y propósito de que el implacable encuentro con mi tiempo, solo sea una leve caricia desprendida.

Ahora que me acompaña complaciente y ufano como buen amigo y guía, aprecio en otros heridos la mirada ausente e incierta, agotada tal vez y sin respuesta ante la incapacidad de mirar sus adentros. Hay amor, me dice, en todo caminar cargado de soledades, de penitente condición cabizbaja, limitado en su fuerza, con el rumbo corto y fijo, temeroso tal vez ante la idea de afrontar su destino, o perderlo sin haberle tomado el gusto si quiera.

Tengo un amor que hiere, siempre viene conmigo, y es cierto que se duele ante el silencio de los que ya no hablan; ante la mirada de los que no ven, ni padecen el pensamiento dueño de su soledad, o se niegan al encuentro de la verdad del tiempo y el hombre. .. Llevo un Cristo conmigo, qué le voy hacer.

 

 

CANTO DEL OLVIDO

CANTO DEL OLVIDO

I

Todo este tiempo que llevo y no te tengo,

todo este llanto que encontré sin remedio,

sin consuelo, solo. De nada me sirven

ya los recuerdos, pasaron a ser recuerdos.

Aún así, de ninguno me desprendo,

ni me abandonan, se turnan en santa compaña

para retenerte, para que no te vayas

hasta que yo me vaya.

II

Todo este tiempo que llevo y no te oigo;

todo este pozo de lágrimas marchitas,

hoy espejo turbado de lo perdido,

ya nada nuevo me cuenta,

a nada hermoso me invita.

Sin embargo recuento todo aquel tiempo

de tiempo en tiempo, y se adueñan de mí

para no perderte otra vez, para que no te vayas

hasta que yo me vaya.

III

Todo este tiempo que llevo y no te veo,

sin dejar de verte en todo esto y todo aquello;

no encuentro horizonte en el que perderte,

en el que perderme. Ya nunca me llegará el olvido;

una conciencia cierta y severa me habla,

me dice, me cuenta…me recuerda a ti.

 

IV

Todo este tiempo que llevo y no te tengo,

no te oigo, no te veo. Todo este tiempo

y sus silencios. Todo este tiempo sin tiempo.

Todo este tiempo solo, agotado.

Sin embargo y sin remedio

allá donde voy te miro,

te encuentro donde reposo

y oigo allá donde callo;

ahora ya sé que no te has ido,

que no te irás hasta que yo me vaya.

 

LUNA

Yo realmente no he sabido gran cosa de ella, nunca le presté demasiada atención a pesar de su influyente carácter, de su poderoso influjo sobre las mareas físicas, emocionales o puramente hormonales, y siempre me resultó sorprendente su capacidad para transformar o inducir, e incluso mutar sin mayor dificultad con el solo brillo de su luminosa y licantrópica potencia, a desvariados personajes de la historia. Bien es cierto que todos me hablan de ella, de su ubicua representación en el ideario mitológico de todas las culturas y en todos los tiempos, de lo variado de los rituales que le ensalzan y reclaman favores; y no parece haber leyenda en la que no tenga reservado su pequeño papel, ni página literaria que deje de recordarnos la abierta dependencia de los personajes o acontecimientos de su indispensable mano como guionista.

Cierto es que a pesar de mi aparente desinterés o escasa atención sobre su presencia, no he dejado de atender el curso de su lógica sobre nuestra mutua e irrenunciable relación, porque ésta es quizás la más decisiva reflexión sobre su existencia; estamos unidos, a cierta distancia claro es, sin fusión previsible, a pesar de que en origen formase parte de nosotros, pero este incesante baile de los astros en el que nos movemos quiso vernos como el Génesis y, parafraseando la leyenda bíblica en el jardín de los astros tomó parte de nuestra materia adquiriendo forma similar, menor e interdependiente con la de su origen, para que en sincrónico y armonioso afecto  generáramos vida hasta el fin de los tiempos. Este relato así tomado adquiere una dimensión peculiar e inesperada en su asociado perfil femenino, al contemplarle no ya sólo desde su dual vertiente seductora  devastadora, sino que añade la condicionada lectura con la que desenmascarar su inocente y persistente compañía, en nuestros sueños y en nuestra vida. Porque parece que nos ama, nos acompaña, y en nuestro imaginario emocional hemos asumido que su influencia y poder nos sostienen en perpetuo equilibrio, sin más accidente o amenaza que la de un posible como inesperado encuentro entre vecinos lejanos en nuestro interminable rodar, compensando el ímpetu de nuestra acelerada trayectoria en suspensión, en tanto servida de virtudes y atributos estimula indisimulada y coqueta, entre la dulce ensoñación de su penumbra, siempre delicada al tacto nuestra pulsión seminal, en este baile astral del sistema, y quien sabe, pronto también de la galaxia.

Pero claro, quién podrá negarle la compañía, el saludo, o una simple mirada a sabiendas de que el girar de los días caería en cuentas aceleradas o parálisis devastadoras en caso de separación o distancia inadecuada. Es mejor dejarla así, que ella continúe en su vaporoso papel de amante de todos, de cómplice de todas, de discreta alcahueta de las mareas o improvisada luminaria de amores furtivos, salvajes; quién no ha sido bestia en la selva alguna vez y, al levantar la vista buscando alivio a la tensión del momento, no se ha topado con su portentosa mirada entre benévola e indiferente, Quién podría negarle el reconocimiento a tanto grato favor, tanta compañía a solas.

 

26J YA QUEDA MENOS

Sorprendente, al final, el despegue definitivo del acorazado Podemos parece llegarle de la insufla de los contrarios; desde el sur, además de la canícula, o tal vez por eso, aportan grandes dosis de la mano de la Sra. Díaz. Allí, la trianera acaba de remangarse el delantal a lo Lola de España, y está provocando grandes sorderas entre propios y extraños. En otros territorios no gritan tanto, se limitan a generar confusión y temor, a veces Venezuela, otras el territorio y casi todos el coco morado. Aún así, para Sánchez no deja de ser penoso y terrible, no hay quien supere un sondeo adverso y en caída sin la fortuna. Yo mismo he tenido que renunciar alguna vez a placeres negados ante un margen de probabilidades contrario, y suele ser doloroso hasta la rabia. Dicen que todo hombre ha soñado alguna vez con una misión. Son muchos los que encuentran en el camino algo parecido, otros sin interés real, se adaptan y sobreviven, sin olvidar que para todos la mayor de las veces, es la primera y única misión posible. En ocasiones suele ocurrir que el sueño germina en el corazón y el ánimo siempre incierto del hombre, y entonces comienza el tormento en lo que parecía una simple apetencia narcisista, egocéntrica o caprichosa; cuanto más atormenta a un hombre una idea-sueño, más empeño invertirá en perseguirlo. Este país nuestro es un territorio abonado de sueños, sensible al canto de sus poetas siempre entregados a las causas de sus ancestros, llena de provincias indispuestas, insatisfechas; territorios de agravios y banderas. De vez en cuando, de la honda raíz de sus sueños y pesadillas surge un hombre capaz de enfrentarse a ellos, tomarles el pulso y ajustarse el yugo para tirar de sus gentes, con la que arar una tierra ingrata de la que han de brotar bondades.